
Aquella mañana de Junio, sonó el despertador como todas las mañanas.
Solo dediqué un gruñido al oírlo, me levante y me dirigí a la ducha, la mañana transcurrió como de costumbre, el día fue la monotonía de todos los días, clase, clase, clase y más clases.
Llegué a casa bajo el sol abrasador, pero escuchar música me reconfortaba y mucho; abrí la puerta de mi cuarto y allí estaba él con esa sonrisa torcida.
Oh dios porque me miraría así! No pude aguantar más y sonreí, me tumbé a su lado y simplemente le abracé.
Tras pasar un buen rato así le miré y pronuncié esas palabras tan temidas…
Hasta nunca…
Levanté de la cama y desaparecí en la penumbra de la noche que ya había caído, o que sólo había caído para mi…
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